La Enfermedad como Camino de Sanación
Por: María Cristina Cohen Silva
Mujer Guardiana de Útero
Terapeuta Holística y Guía Espiritual Femenina
Mi camino personal de sanación inició hace 16 años, aproximadamente. Lo que yo llamo “la enfermedad como camino de sanación” se manifestó a través de mi útero, un órgano olvidado y relegado en mi historia familiar.
Todo se fue tejiendo de manera inesperada a través de mi dolor. Atravesaba por la separación tras una relación de pareja de casi 11 años y la pérdida de mi madre.
Olvidada de mí, repudiando mi cuerpo obeso y sin un sentido de vida, empecé una búsqueda para encontrar respuestas a los padecimientos que mi cuerpo muy sabiamente me recordaba cada mes, a través de mi sangrado menstrual. Quería soltar los 9 medicamentos que diariamente tomaba sin encontrar mi sanación.
No recuerdo en qué momento me desconecte de mí misma, sin rumbo, viviendo la vida de los demás, siempre con miedo de acercarme a otras mujeres, desconfiada, con resentimientos y desaprobaciones sin saber el por qué.
Mi linaje familiar y su relación con mi frustración y dolor
Soy nieta de una mujer enfermera y partera, y empecé a recordar, sin saberlo, que mi servicio en esta vida era acompañar a otras mujeres a descubrir su verdadero ser. Una labor vista como algo imposible, ya que a duras penas sabía comunicarme conmigo misma.
Inicié mi experiencia laboral a los 19 años y asumí el sostenimiento de un hogar a esa edad, asumiendo el rol de “esposo” de mi madre, sin ser consciente de ello, y la educación de mi hermana menor.
Desconectada de mi poder espiritual, me case muy joven, con la creencia que eso era la vida de una mujer, no tenía ni idea de cuál era mi pasión y cuáles mis dones.
Fui diagnosticada con síndrome de ovario poliquístico a los 21 años, perdí mi ovario derecho a causa de una endometritis crónica a los 36 años, emociones reprimidas, un desorden alimenticio, así como hipotiroidismo, me llevaron a desarrollar una obesidad mórbida y 2 pérdidas gestacionales.
Estaba frustrada y amargada por no ser lo que se esperaba de mí social y culturalmente. No cumplía el rol esperado de toda mujer, ser madre para sentirme realizada y sostener un hogar como se esperaba; anhelaba tener hij@s y hacer a mi esposo feliz.
Veía como todas las mujeres a mi alrededor lo hacían y yo sin poder cumplir el gran rol de ser mujer “perfecta” y tener un hogar feliz, no comprendía qué estaba tan mal en mí. En ese momento no podía ver que estaba cumpliendo el manual de vida entregado por mi linaje familiar, lealtades y fidelidades limitantes, todos los miedos y frustraciones de tiempos atrás, mi útero me hablaba de la memoria del desmerecimiento y desvalorización personal como mujer.
Abriendo la puerta de mi camino para sanar
Sin embargo, los caminos de la tierra son siempre perfectos, siempre hay un camino a lo “todo posible”, que nuestro útero – corazón nos recuerda constantemente sin saberlo nosotras, así que poco a poco, sin imaginarlo, se fueron abriendo los caminos del autoconocimiento, donde mi alma fue recordando su propia voz.
Una voz perdida en el tiempo, con las historias de las mujeres de mi linaje materno. Esa voz sabia del Alma Uterina de la cual muy poco sabemos y que ciertamente nos recuerda el poder latente de las mujeres unidas, todas conectadas de útero a útero, de corazón a corazón y de generación a generación, a través de nuestro hilo rojo.
Nuestra sangre menstrual es un medio y una conexión que, en su poder y sabiduría, nos recuerda con su memoria cómo liberar todo aquello que nos esclaviza y nos somete como humanidad, anulando la fidelidad y el amor a nosotras mismas.
Esa voz, esa sangre sagrada que brota mágicamente desde mi útero, me llevó a mujeres cuidadoras de otras mujeres, ellas sabias, hermosas, mujeres llenas de luz propia y amor a desbordar, con ojos brillantes sin juicio y abrazos llenos de compasión que desde su hacer me fueron acompañando para ir descubriendo que no había competencia y que mi desconfianza a otras mujeres era el miedo a abrazar mi verdadero Ser Mujer reflejado en todas nosotras.
Tú y yo, hermosas mujeres sagradas que llegamos a este tiempo para cumplir ese llamado de resignificar la vida a través de nuestro útero sagrado, nuestras historias de dolor y sombra. Nuestros diagnósticos uterinos son en verdad nuestro más grande tesoro, nos aportan grandes aprendizajes para tomar y valorar la vida que nos fue dada para vivir en un cuerpo de mujer.
Somos las “parteras del nuevo tiempo”, de una nueva humanidad. Aquí estamos para sembrar la nueva tierra desde nuestros úteros adoloridos, claro que sí, no es en vano el dolor y el sufrimiento que nos recuerda nuestro útero, ya que todo es perfecto y en la medida que descubrimos la voz de nuestra alma uterina, nos damos cuenta de que este es el momento para renacer en vida, todas unidas.
Somos aquellas que albergamos los procesos dolorosos de la humanidad en nuestro útero y nuestro llamado es cicatrizar las heridas que nuestros ancestr@s nos han heredado a través del manual de vida que está en nuestros ovarios. Comprendiendo que si sano yo, sanas tú, sanamos tod@s y esta tarea se realiza mejor cuando se hace en compañía.
Mi presente, mi verdadero Ser Mujer
Comparto contigo que en la actualidad no tomo medicamentos y mi útero es un lugar para crear y dar vida a todo aquello que deseo ver nacer como la Gran Diosa mujer que soy.
Hoy me recuerdo como esa mujer real, que al igual que tú ha transitado por diferentes caminos de aciertos y desaciertos, para sanar y florecer al llamado de mi alma aquí en la tierra, para servir con amor a la vida.
Feliz y agradecida de acompañar y cuidar a otras mujeres desde mi experiencia personal de sanación uterina, y también dispuesta y abierta a experimentar el poder infinito que hay dentro de nosotras las mujeres, para crear cada una nuestra propia tierra del amor.